Jacob se acercó a su padre, quien al tocarlo dijo: —La voz es la de Jacob, pero las manos son las de Esaú.
Si mi padre me toca, se dará cuenta de que quiero engañarlo y esto hará que me maldiga en vez de bendecirme.
Isaac dijo: —Acércate, hijo mío, para que pueda tocarte y saber si de veras eres o no mi hijo Esaú.
Así que no lo reconoció, porque sus manos eran velludas como las de Esaú. Ya se disponía a bendecirlo
Cuando estaban cerca de la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita, así que entraron allí y le preguntaron: —¿Quién te trajo aquí? ¿Qué haces en este lugar? ¿Qué buscas aquí?