Pero Jacob dijo a su madre: —Hay un problema: mi hermano Esaú es muy velludo y yo soy lampiño.
El primero en nacer era pelirrojo y tenía todo el cuerpo cubierto de vello. A este lo llamaron Esaú.
Tú se lo llevarás para que se lo coma y así él te dará su bendición antes de morirse.
Así que no lo reconoció, porque sus manos eran velludas como las de Esaú. Ya se disponía a bendecirlo