Tan cierto como que yo vivo —afirma el Señor—, Bosra se convertirá en objeto de maldición, en horror, deshonra y ruina. Para siempre quedarán en ruinas todas sus ciudades».
El Señor y Dios ha jurado por sí mismo; el Señor Dios de los Ejércitos afirma: «Yo detesto la arrogancia de Jacob; yo aborrezco sus fortalezas. Por eso entregaré la ciudad al enemigo, con todo lo que hay en ella».
Y Dios ordenó: —Toma a tu hijo Isaac, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.
—No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño —dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.
Vive en ese lugar por un tiempo. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu descendencia daré todas esas tierras. Así confirmaré el juramento que hice a tu padre Abraham.
Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo prometiste que harías a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo; tú prometiste que darías a sus descendientes toda esta tierra como su herencia eterna.
Pero escuchen la palabra del Señor todos ustedes, gente de Judá que vive en Egipto: “Juro por mi nombre soberano —dice el Señor—, que ninguno de los de Judá que vive en Egipto volverá a invocar mi nombre diciendo: ¡Tan cierto como el Señor y Dios vive!
»”Tiempo después pasé de nuevo junto a ti y te miré. Estabas en la edad del amor. Entonces te extendí mi manto y cubrí tu desnudez. Me comprometí, hice alianza contigo y fuiste mía, afirma el Señor y Dios.