Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo: —¡Escápate! No mires hacia atrás ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas.
Toma los incensarios de aquellos que pecaron a costa de su vida y haz con ellos láminas para recubrir el altar. Ahora están consagrados porque fueron presentados ante el Señor y serán así una señal para los israelitas».