Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rio de pensar: «¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años y Sara ser madre a los noventa?».
Entonces Raquel dijo a su padre: —Por favor, no se enoje, mi señor, si no puedo levantarme ante usted, pero es que estoy en mi período de menstruación. Labán buscó los ídolos familiares, pero no logró encontrarlos.