El Señor permitió que Joacim cayera en manos de Nabucodonosor. Junto con él, cayeron en sus manos algunos de los utensilios del Templo de Dios, los cuales Nabucodonosor se llevó a Sinar y puso en el tesoro del templo de sus dioses.
Y él me respondió: «Se lo llevan al país de Sinar, para construirle una casa. Cuando la casa esté lista, colocarán el recipiente allí, sobre un pedestal».
En aquel día el Señor volverá a extender su mano para recuperar al remanente de su pueblo, a los que hayan quedado en Asiria, en Egipto, Patros y Cus; en Elam, Sinar, Jamat y en las islas del Mediterráneo.
Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por todo el mundo.