A esta expansión Dios la llamó «cielo». Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el segundo día.
A la luz la llamó «día» y a las tinieblas, «noche». Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el primer día.
Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el cuarto día.
Dios miró todo lo que había hecho y consideró que era muy bueno. Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el sexto día.
Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el quinto día.
Vino la noche y llegó la mañana: ese fue el tercer día.
A lo seco Dios lo llamó «tierra» y al conjunto de aguas lo llamó «mares». Y Dios consideró que esto era bueno.
Los creó hombre y mujer, y los bendijo. El día que fueron creados los llamó «seres humanos».
Y así sucedió. Dios hizo la expansión que separó las aguas que están debajo de las aguas que están arriba.
Y dijo Dios: «¡Que las aguas debajo del cielo se reúnan en un solo lugar y que aparezca lo seco!». Y así sucedió.
Al que con inteligencia hizo los cielos; su gran amor perdura para siempre.
Esta profecía es la palabra del Señor con respecto a Israel. El Señor, quien extendió los cielos, echó los cimientos de la tierra y formó el espíritu del hombre en su interior, afirma: