Para los dos extremos de la tapa del arca hizo dos querubines de oro trabajado a martillo.
Y el Señor dijo al hombre vestido de tela de lino: «Métete entre las ruedas que están debajo de los querubines, toma un puñado de las brasas que están entre ellos y espárcelas por toda la ciudad». Y el hombre se metió allí, mientras yo miraba.
Haces de los vientos tus mensajeros y de las llamas de fuego tus servidores.
Pastor de Israel, ¡escúchanos! tú que guías a José como a un rebaño, tú que tienes tu trono entre los querubines, ¡resplandece!
Al arca le hizo una tapa de oro puro, de dos codos y medio de largo por un codo y medio de ancho.
En cada uno de los extremos puso un querubín, y los hizo de modo que ambos formaban una sola pieza con la tapa del arca.