Yo descenderé para hablar contigo y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga de este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo.
Y dijo: —Señor, si realmente cuento con tu favor, ven y quédate entre nosotros. Reconozco que este es un pueblo terco, pero perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y adóptanos como tu herencia.
Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo. Después de eso, Moisés regresaba al campamento; pero Josué, hijo de Nun, su joven asistente, nunca se apartaba de la Tienda de reunión.
Yo me reuniré allí contigo en medio de los dos querubines que están sobre el arca donde están las tablas del pacto. Desde la parte superior de la tapa del arca te daré todas las instrucciones que habrás de comunicarles a los israelitas.
Siempre que Moisés se dirigía a ella, todo el pueblo se quedaba de pie a la entrada de su tienda y seguía a Moisés con la mirada, hasta que este entraba en la Tienda de reunión.
Cuando los israelitas veían que la columna de nube se detenía a la entrada de la Tienda de reunión, todos ellos se postraban a la entrada de su tienda de campaña y adoraban.
El Señor dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué y preséntate con él en la Tienda de reunión para que reciba mis órdenes». Fue así como Moisés y Josué se presentaron allí.
Cuando Moisés entró en la Tienda de reunión para hablar con el Señor, escuchó su voz de entre los dos querubines, desde la cubierta de la tapa que estaba sobre el arca con las tablas del pacto. Así hablaba el Señor con Moisés.