Ya crecido el niño, se lo llevó a la hija del faraón y ella lo adoptó como hijo suyo; además, le puso por nombre Moisés, pues dijo: «¡Yo lo saqué del río!».
¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente, porque no lo conoció a él.
Ahora bien, los dos hijos que te nacieron aquí en Egipto, antes de que me reuniera contigo, serán considerados míos. Efraín y Manasés serán tan míos como lo son Rubén y Simeón.
Adán volvió a tener relaciones sexuales con su mujer y ella tuvo un hijo al que llamó Set, porque dijo: «Dios me ha concedido otro descendiente en lugar de Abel, al que mató Caín».