Pero los soldados respondieron: —No, usted no debe acompañarnos. Si tenemos que huir, el enemigo no se va a ocupar de nosotros. Y aun si la mitad de nosotros muere, a ellos no les va a importar. Pero usted vale por diez mil de nosotros. Así que es mejor que se quede y nos apoye desde la ciudad.
Fui en obediencia a una revelación y me reuní en privado con los que eran reconocidos como dirigentes. Entonces, expliqué el evangelio que predico entre los no judíos, para que todo mi esfuerzo no fuera en vano.
Esto provocó un altercado y un serio debate de Pablo y Bernabé con ellos. Entonces se decidió que Pablo y Bernabé, y algunos otros creyentes, subieran a Jerusalén para tratar este asunto con los apóstoles y los líderes religiosos.
Sin embargo, Abisay, hijo de Sarvia, fue en su ayuda e hirió al filisteo y lo mató. Allí los soldados de David hicieron este juramento: «Nunca más saldrá usted con nosotros a la batalla, no sea que alguien lo mate y se apague la lámpara de Israel».
Tomen en cuenta que yo, el Señor, les he dado el sábado. Por eso en el día sexto les doy pan para dos días. El día séptimo nadie debe salir. Todos deben quedarse donde estén».
Serán ellos los que sirvan como jueces de tiempo completo, atendiendo los casos sencillos, y los casos difíciles te los traerán a ti. Eso te aligerará la carga, porque te ayudarán a llevarla.