Todos en Egipto se levantaron esa noche, lo mismo el faraón que sus funcionarios, y hubo grandes lamentos en el país. No había una sola casa egipcia donde no hubiera algún muerto.
»Allí habrá llanto y crujir de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera.
»Aquel día se oirán gritos de auxilio, desde la puerta del Pescado, quejidos desde el Barrio Nuevo, y gran quebranto desde las colinas», afirma el Señor.
Así dice el Señor: «Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto. Es Raquel que llora por sus hijos y no quiere ser consolada. ¡Sus hijos ya no existen!».
Pero el Señor siguió diciendo: —Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces y conozco bien sus penurias.