No maldigas al rey ni con el pensamiento, ni en tu cuarto maldigas al rico, pues las aves del cielo pueden correr la voz. Tienen alas y pueden divulgarlo.
Y Jarboná, uno de los eunucos que atendían al rey, dijo: —Hay una horca de cincuenta codos de altura, junto a la casa de Amán. Él mandó colocarla para Mardoqueo, el que intervino en favor del rey. —¡Cuélguenlo en ella! —ordenó el rey.