Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, ordenó a los siete eunucos que le servían —Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás—
Y Jarboná, uno de los eunucos que atendían al rey, dijo: —Hay una horca de cincuenta codos de altura, junto a la casa de Amán. Él mandó colocarla para Mardoqueo, el que intervino en favor del rey. —¡Cuélguenlo en ella! —ordenó el rey.
Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!». Así que sacaron a Sansón de la cárcel y él les sirvió de diversión. Cuando lo pusieron de pie entre las columnas,
Este, por su parte, había dado instrucciones a sus criados: «No pierdan de vista a Amnón. Y cuando se le alegre el corazón por el vino, yo daré la señal de ataque y ustedes lo matarán. No tengan miedo, pues soy yo quien da la orden. Ánimo; sean valientes».
Las porciones eran servidas desde la mesa de José, pero a Benjamín se le servían porciones cinco veces más grandes que a los demás. En compañía de José, todos bebieron y se alegraron.
Booz comió, bebió y se puso alegre. Luego se fue a dormir detrás del montón de grano. Más tarde Rut se acercó sigilosamente, le destapó los pies y se acostó allí.
Los mensajeros partieron de inmediato por orden del rey y a la vez se publicó el edicto en la ciudad de Susa. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, mientras que en la ciudad de Susa reinaba la confusión.