Pronunciando discursos arrogantes y sin sentido, seducen con los deseos naturales desenfrenados a quienes apenas comienzan a apartarse de los que viven en el error.
Son violentas olas del mar que arrojan la espuma de sus actos vergonzosos. Son estrellas fugaces para quienes está reservada eternamente la más densa oscuridad.
Mientras tanto, ustedes nos ayudan orando por nosotros. Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones.
Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer.
Cuando Daniel se enteró de la publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día.