cuando un hombre haga una promesa al Señor o bajo juramento haga un compromiso, no deberá faltar a su palabra, sino que cumplirá con todo lo prometido.
¡Cómo quisiera que alguno de ustedes cerrara las puertas del Templo, para que no encendieran en vano el fuego de mi altar! No estoy nada contento con ustedes —dice el Señor de los Ejércitos— y no voy a aceptar ni una sola ofrenda de sus manos.
De modo que el Señor se dará a conocer a los egipcios y en aquel día ellos reconocerán al Señor: lo servirán con sacrificios y ofrendas de grano. Harán promesas al Señor y se las cumplirán.
Cuando Jefté la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó: —¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo! ¡Eres la causa de mi desgracia! Juré algo al Señor y no puedo retractarme.