Si el ánimo del gobernante se exalta contra ti, no abandones tu puesto. La tranquilidad es el remedio para los grandes errores.
No te apresures a salir de su presencia. No defiendas una mala causa, porque lo que él quiere hacer, lo hace.
Con paciencia se convence al gobernante. ¡La lengua amable quebranta hasta los huesos!
El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua.
Hay un mal que he visto bajo el sol, semejante al error que cometen los gobernantes: