Tan pronto como amaneció, se levantó y fue al foso de los leones.
Por eso, cuando ya no pude soportarlo más, mandé a Timoteo a indagar acerca de su fe, no fuera que el tentador los hubiera inducido a hacer lo malo y que nuestro trabajo hubiera sido en vano.
Aun así, me sentí intranquilo por no haber encontrado allí a mi hermano Tito, por lo cual me despedí de ellos y me fui a Macedonia.
Muy de mañana, el primer día de la semana, apenas salido el sol, se dirigieron al sepulcro.
Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.
Luego volvió a su palacio y pasó la noche sin comer y sin divertirse, hasta el sueño se le fue.
Ya cerca, lleno de ansiedad gritó: —Daniel, siervo del Dios viviente, ¿pudo tu Dios, a quien sirves continuamente, salvarte de los leones?