Ya me he quitado la ropa; ¿cómo volver a vestirme? Ya me he lavado los pies; ¿cómo ensuciarlos de nuevo?
Y el que está adentro le contesta: “No me molestes. Ya está cerrada la puerta y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”.
Y como el novio tardaba en llegar, a todas les dio sueño y se durmieron.
Dice el perezoso: «¡Hay un león allá afuera! ¡En plena calle me matará!».
El perezoso codicia y no satisface sus anhelos; el diligente prospera en todo lo que anhela.
Nunca digas a tu prójimo: «Vuelve más tarde; te ayudaré mañana», si hoy tienes con qué ayudarlo.
Dijo: —Por favor, señores, les ruego que pasen la noche en la casa de este servidor suyo. Allí podrán lavarse los pies y mañana al amanecer seguirán su camino. —No, gracias —respondieron ellos—. Pasaremos la noche en la plaza.