Entonces Eliseo oró: «Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea». El Señor así lo hizo y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los comandantes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real.
Pero a los israelitas Salomón no los hizo trabajar como esclavos, sino que servían como soldados, ministros, oficiales, capitanes y comandantes de sus carros de combate y de la caballería.
—Está bien —respondió David—. Ya verá usted de lo que es capaz este siervo suyo. —Si es así —añadió Aquis—, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.
Durante todo el reinado de Saúl se luchó sin cuartel contra los filisteos. Por eso, siempre que Saúl veía a alguien fuerte y valiente, lo alistaba en su ejército.