Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar.
Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que quiera despertar.
Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar.
Y tú, torre del rebaño, colina fortificada de la hija de Sión: a ti volverá tu antiguo poderío, la soberanía de la ciudad de Jerusalén».
Soy morena y hermosa, hijas de Jerusalén; morena como las tiendas de campaña de Cedar, hermosa como las cortinas de Salomón.
Mi amado es como un venado; se parece a un cervatillo. ¡Mírenlo, de pie tras nuestro muro, espiando por las ventanas, atisbando por las celosías!
Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, ¿qué le dirán? ¡Díganle que estoy enferma de amor!
¡Ojalá pudiera mi cabeza reposar sobre su izquierda! ¡Ojalá su derecha me abrazara!