Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar.
Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: —Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.
El Señor y Dios es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas. Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda.