El segundo ángel derramó su copa sobre el mar y el mar se convirtió en sangre, como la de una persona muerta, y murió todo ser viviente que había en el mar.
El primero tocó su trompeta y fueron arrojados sobre la tierra granizo y fuego mezclados con sangre. Y quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.
El cuarto ángel tocó su trompeta y fue asolada la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas, de modo que se oscureció la tercera parte de ellos. Así quedó sin luz la tercera parte del día y la tercera parte de la noche.
El tercer ángel tocó su trompeta y una enorme estrella, que ardía como una antorcha, cayó desde el cielo sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales.
Pero a esa parte restante la pasaré por el fuego; la refinaré como se refina la plata, la probaré como se prueba el oro. Entonces ellos me invocarán y yo responderé. Yo diré: “Ellos son mi pueblo”. Ellos dirán: “El Señor es nuestro Dios”.
Así que los cuatro ángeles que habían sido preparados precisamente para esa hora y ese día, mes y año, quedaron sueltos para matar a la tercera parte de la humanidad.
Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera.