Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra.
Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran día.
En aquel día el Señor castigará a Leviatán, la serpiente escurridiza, a Leviatán, la serpiente tortuosa. Con su espada violenta, grande y poderosa, matará al monstruo marino.
Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—,
La bestia parecía un leopardo, pero tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le confirió a la bestia su poder, su trono y gran autoridad.
Entonces el dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús.
y adoraba al dragón porque había dado su autoridad a la bestia. También adoraban a la bestia y decían: «¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?».
La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que preguntó a la mujer: —¿Conque Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?
Algunos son como lo sembrado junto al camino, donde se siembra la palabra. Tan pronto como la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos.
Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera.
El diablo, que los había engañado, será arrojado al lago de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Midió otros mil codos, pero la corriente se había convertido ya en un río que yo no podía cruzar. Creció tanto el torrente que solo se podía cruzar a nado.