»¡Huyan de Babilonia! ¡Sálvese quien pueda! No perezcan por causa de su iniquidad. Porque ha llegado la hora de que el Señor tome venganza; ¡él le dará su merecido!
Ustedes, que transportan los utensilios del Señor, ¡pónganse en marcha, salgan de allí! ¡Salgan de en medio de ella, purifíquense! ¡No toquen nada impuro!
¡Salgan de Babilonia! ¡Huyan de los babilonios! Anuncien esto con gritos de alegría y háganlo saber. Publíquenlo hasta en los confines de la tierra; digan: «El Señor ha redimido a su siervo Jacob».
Y dicen: “Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas”.
Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas. —¡Apúrense! —les dijo—. ¡Abandonen la ciudad porque el Señor está por destruirla! Pero ellos creían que Lot estaba bromeando,
»“Quisimos curar a Babilonia, pero no pudo ser sanada; abandonémosla y regrese cada uno a su tierra, porque llega su condena hasta los cielos; ¡se eleva hasta las nubes!”.