Les escribo a todos los amados de Dios que están en Roma, que han sido llamados a ser su pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
Con este propósito envié a Timoteo, mi amado y fiel hijo en el Señor. Él les recordará mi comportamiento en Cristo Jesús, como enseño por todas partes y en todas las iglesias.