Puesto de pie, el rey David dijo: «Hermanos de mi pueblo, escúchenme. Yo tenía en mi corazón construir un templo para que en él reposara el arca del pacto del Señor nuestro Dios y sirviera como estrado de sus pies. Ya tenía todo listo para construirlo
Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero el hombre de Dios intervino: —¡Déjala! Está muy angustiada. El Señor me ha ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada.
Pero el Señor dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.
En cuanto a ustedes, la unción que de él recibieron permanece en ustedes y no necesitan que nadie les enseñe. Esa unción es verdadera —no es falsa— y les enseña todas las cosas. Permanezcan en él tal y como él les enseñó.
Todos los hechos del rey David, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas del vidente Samuel, del profeta Natán y del vidente Gad.
Ezequías instaló también a los levitas en el Templo del Señor, con música de címbalos, liras y arpas, tal como lo habían ordenado David, Natán, el profeta, y Gad, el vidente del rey. Este mandamiento lo dio el Señor por medio de sus profetas.