Así que David consultó al Señor y este respondió: —No los ataques de frente, sino rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo y entonces atácalos por la retaguardia.
Así que David volvió a consultar a Dios y este respondió: —No los ataques de frente, sino rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo y entonces atácalos por la retaguardia.
Tratarás a esta ciudad y a su rey como hiciste con Jericó y con su rey. Sin embargo, podrán quedarse con el botín de guerra y todo el ganado. Prepara una emboscada en la parte posterior de la ciudad».
¿Es acaso esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto su servidor no sabe absolutamente nada.
Así que David consultó al Señor: —¿Debo atacar a los filisteos? ¿Los entregarás en mi poder? —Atácalos —respondió el Señor—; te aseguro que los entregaré en tus manos.
Pasado algún tiempo, David consultó al Señor: —¿Debo ir a alguna de las ciudades de Judá? —Sí, debes ir —respondió el Señor. —¿Y a qué ciudad quieres que vaya? —A Hebrón.