—Tome mi señor el rey lo que mejor le parezca y preséntelo como ofrenda. Aquí hay bueyes para el holocausto; hay también trillos y yuntas que puede usar como leña.
Eliseo lo dejó y regresó. Tomó su yunta de bueyes y los sacrificó. Quemó la madera de la yunta, asó la carne, se la dio al pueblo y ellos comieron. Luego partió para seguir a Elías y se puso a su servicio.
La carreta llegó hasta el campo de Josué de Bet Semes, donde había una gran piedra, y allí se detuvo. Entonces la gente del pueblo usó la madera de la carreta como leña y ofreció las vacas en holocausto al Señor.
David le dijo: —Véndeme una parte de este lugar para construirle un altar al Señor, a fin de que se detenga la plaga que está afligiendo al pueblo. Véndemela por su verdadero precio.
—No, señor mío, escúcheme bien: yo le regalo el campo y también la cueva que está en él. Los hijos de mi pueblo son testigos de que yo se los regalo. Entierre usted a su difunta esposa.
Luego, sobre la cima de este lugar de refugio, construye un altar apropiado para el Señor tu Dios. Toma entonces la leña del poste de Aserá que cortaste y ofrece el segundo novillo como un holocausto».