pero Eleazar se mantuvo firme y derrotó a tantos filisteos que, por la fatiga, la mano se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor dio una gran victoria. Las tropas regresaron adonde estaba Eleazar, pero solo para tomar los despojos.
Con tu propia mano expulsaste a las naciones y en su lugar plantaste a nuestros antepasados; aplastaste a aquellos pueblos, y a nuestros antepasados los hiciste prosperar.
Estuvo con David en Pasdamín, donde los filisteos se habían concentrado para la batalla. Allí había un campo sembrado de cebada y, cuando el ejército huía ante los filisteos,