Y a los extranjeros que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y adorarlo, a todos los que observan el sábado sin profanarlo y se mantienen firmes en mi pacto,
El extranjero que por su propia voluntad se ha unido al Señor no debe decir: «El Señor me excluirá de su pueblo». Tampoco debe decir el eunuco: «No soy más que un árbol seco».
¡Dichoso eres Israel! ¿Quién como tú, pueblo rescatado por el Señor? Él es tu escudo y tu ayuda; él es tu espada victoriosa. Tus enemigos se doblegarán ante ti; sus espaldas te servirán de tapete».