«Hijo de hombre, habla con los ancianos de Israel y adviérteles que yo, el Señor y Dios, digo: “¿Así que ustedes vienen a consultarme? ¡Tan cierto como que yo vivo, no dejaré que me consulten! Lo afirmo yo, el Señor y Dios”.
Ya no se fijará en los altares, que son obra de sus manos. Tampoco volverá la mirada a las imágenes de Aserá ni a los altares de incienso que sus dedos fabricaron.