Cuando el rey David llegó a su palacio en Jerusalén, sacó a las diez concubinas que había dejado a cargo del palacio y las puso bajo vigilancia. Siguió manteniéndolas, pero no volvió a acostarse con ellas. Hasta el día de su muerte, quedaron encerradas y viviendo como si fueran viudas.
¿Acaso se han avergonzado de la abominación que han cometido? ¡No, no se han avergonzado de nada y ni siquiera saben lo que es la vergüenza! Por eso, caerán con los que caigan; cuando los castigue, serán derribados”, dice el Señor.
Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa,
Mientras el pueblo lloraba a la entrada de la Tienda de reunión, un israelita trajo a una madianita y, en presencia de Moisés y de toda la comunidad israelita, tuvo el descaro de presentársela a su familia.
Mientras vivía en esa región, Rubén fue y se acostó con Bilhá, la concubina de su padre. Cuando Israel se enteró de esto, se enojó muchísimo. Jacob tuvo doce hijos: