Joab fue a comunicárselo al rey. Este mandó llamar a Absalón, quien se presentó ante el rey, hizo una reverencia y se postró rostro en tierra. A su vez, el rey recibió a Absalón con un beso.
Su palabra es blanda como la mantequilla, pero su corazón es belicoso. Sus palabras son más suaves que el aceite, pero no son sino espadas desenvainadas.