Enseguida Joab y sus tropas avanzaron contra los arameos y estos huyeron de él.
Luego, cuando los arameos de Damasco acudieron en auxilio de Hadad Ezer, rey de Sobá, David aniquiló a veintidós mil de ellos.
Que desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios los malvados, como cera que se derrite en el fuego.