Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años y mil años, como un día.
Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como una vigilia de la noche.
Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los no judíos.
En cuanto a los dones espirituales, hermanos, quiero que entiendan bien este asunto.
No quiero que desconozcan, hermanos, que nuestros antepasados estuvieron todos bajo la nube y que todos atravesaron el mar.
Queridos hermanos, esta es ya la segunda carta que les escribo. En las dos he procurado refrescarles la memoria para que, con una mente íntegra,