a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Sigan amándose unos a otros fraternalmente.
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
Que el Señor los haga crecer para que se amen más y más unos a otros, y a todos, tal como nosotros los amamos a ustedes.
Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos y en especial a los de la familia de la fe.
Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.
En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
Den a todos el debido respeto: amen a los hermanos, teman a Dios, respeten al rey.
Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.
Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.
En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.
Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no solo entre ustedes, sino a todos.