(Antiguamente, cuando alguien en Israel iba a consultar a Dios, solía decir: «Vamos a ver al vidente», porque así se llamaba entonces al que ahora se le llama profeta).
A los videntes les dicen: «¡No tengan más visiones!», y a los profetas: «¡No nos sigan profetizando la verdad! Dígannos cosas agradables, profeticen ilusiones.
Todos los hechos del rey David, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas del vidente Samuel, del profeta Natán y del vidente Gad.
Selomit y sus hermanos tenían bajo su cuidado todo lo que había sido obsequiado por el vidente Samuel, por Saúl, hijo de Quis, por Abner, hijo de Ner, y Joab, hijo de Sarvia.
Por eso el Señor dio esta advertencia a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes: «¡Vuélvanse de sus malos caminos! Cumplan mis mandamientos y estatutos; obedezcan todas las leyes que ordené a sus antepasados y que les di a conocer a ustedes por medio de mis siervos los profetas».
Pero como los niños luchaban dentro de su vientre, ella se preguntó: «Si esto va a seguir así, ¿por qué me pasa esto a mí?». Entonces fue a consultar al Señor
En esa ocasión el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por cuanto pusiste tu confianza en el rey de Aram en vez de confiar en el Señor tu Dios, el ejército arameo se te ha escapado de las manos.
Los escogidos como porteros fueron un total de doscientos doce. En sus aldeas se encuentran sus registros genealógicos. David y Samuel, el vidente, asignaron sus funciones.