—Aquí tengo un cuarto de siclo de plata —respondió el criado—. Se los puedo dar al hombre de Dios para que nos indique el camino.
El criado contestó: —En este pueblo vive un hombre de Dios que es muy respetado. Todo lo que dice se cumple sin falta. ¿Por qué no vamos allá? A lo mejor nos indica el camino que debemos seguir.
Luego el rey dijo al hombre de Dios: —Ven a casa conmigo y come algo; además, quiero hacerte un regalo.
Llévate diez panes, algunas tortas y un jarro de miel. Cuando llegues, él te dirá lo que va a pasar con nuestro hijo».