Entonces los filisteos convocaron a los sacerdotes y a los adivinos para preguntarles: —¿Qué vamos a hacer con el arca del Señor? Dígannos de qué modo hay que devolverla a su lugar.
Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó muy preocupado, mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los dos sueños. Pero nadie se los pudo interpretar.
Entonces mandó que vinieran los hechiceros, astrólogos y adivinos para decir a estos sabios babilonios: —Al que lea lo que allí está escrito y me diga lo que significa, lo vestiré de color púrpura, le pondré una cadena de oro en el cuello y lo nombraré tercer gobernante del reino.
Mandó entonces que se reunieran los magos, hechiceros, adivinos y astrólogos de su reino para que le dijeran lo que había soñado. Una vez reunidos, y ya en presencia del rey,
Has abandonado a tu pueblo, a los descendientes de Jacob, porque están llenos de costumbres de Oriente, de adivinos como los filisteos y hacen tratos con extranjeros.
Así que convocaron a todos los gobernantes filisteos y les preguntaron: —¿Qué vamos a hacer con el arca del Dios de Israel? —Trasladen el arca del Dios de Israel a la ciudad de Gat —respondieron los jefes. Y así lo hicieron.