Y el Espíritu vino sobre Amasay, jefe de los treinta, y este exclamó: «¡Somos tuyos, David! ¡Estamos contigo, hijo de Isaí! ¡Tres veces deseamos la paz a ti y a quien te brinde su ayuda! ¡Y quien te ayuda es tu Dios!». David los recibió y los puso entre los jefes de la tropa.
Ajimaz llegó y saludó al rey postrándose rostro en tierra ante él y dijo: —¡Bendito sea el Señor su Dios, pues nos ha entregado a los que se habían rebelado en contra de mi señor el rey!
—Está bien, no tengan miedo —contestó aquel hombre—. El Dios de ustedes y de su padre habrá puesto ese tesoro en sus bolsas. A mí me consta que recibí el dinero que ustedes pagaron. El mayordomo llevó a Simeón