—¡Bendito seas, David, hijo mío! —respondió Saúl—. Tú harás grandes cosas y en todo triunfarás. Luego David siguió su camino y Saúl regresó a su palacio.
quien dijo a su madre: —Con respecto a los mil siclos de plata que te robaron y sobre los cuales te oí pronunciar una maldición, yo tengo esa plata; yo te la robé. Su madre dijo: —¡Que el Señor te bendiga, hijo mío!
Que el Señor pague a cada uno según su rectitud y lealtad, pues hoy él lo había puesto a usted en mis manos, pero yo ni siquiera me atreví a tocar al ungido del Señor.