Aquis dijo entonces a sus oficiales: —Pero ¿qué, no se fijan? ¡Ese hombre está loco! ¿Para qué me lo traen?
La extorsión entorpece al sabio y el soborno corrompe su corazón.
Por lo tanto, fingió perder la razón y, en público, comenzó a portarse como un loco, haciendo garabatos en las puertas y dejando que la saliva le corriera por la barba.
¿Acaso me hacen falta más locos que encima me traen a este para hacer sus locuras en mi presencia? ¡Sáquenlo de mi palacio!
Bendeciré al Señor en todo tiempo; lo alabarán siempre mis labios.