Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.
El Señor de los Ejércitos los protegerá, y ellos destruirán por completo las piedras de la honda. Beberán y reirán como embriagados de vino; se llenarán como un tazón de ofrendas líquidas, como las esquinas del altar.