En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su temor reverente.
El Señor te llamará como a esposa abandonada; como a mujer angustiada de espíritu, como a esposa que se casó joven tan solo para ser rechazada», dice tu Dios.
No lloren por el que está muerto ni hagan lamentaciones por él. Lloren más bien por el exiliado, por el que nunca volverá ni verá más la tierra en que nació.
Pero si ustedes no obedecen, lloraré en secreto por causa de su orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.
Apenas había terminado de hablar cuando entraron los hijos del rey; todos ellos lloraban a voz en cuello. También el rey y sus oficiales se pusieron a llorar desconsoladamente.
Al llegar al campo de Hatad, que está al otro lado del río Jordán, hicieron grandes y solemnes lamentaciones. Allí José guardó luto por su padre durante siete días.
Usted conoce bien a su padre David y a sus soldados: son valientes y deben estar furiosos como una osa salvaje a la que le han robado su cría. Además, su padre tiene mucha experiencia como hombre de guerra y no ha de pasar la noche con las tropas.
Estando en Siló, Ana se levantó después de haber comido y bebido. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor,
Entonces hizo esta promesa: «Señor de los Ejércitos, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya, y si en vez de olvidarme te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida y nunca se le cortará el cabello».
Cuando Raquel se dio cuenta de que no le podía dar hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y dijo a Jacob: —¡Dame hijos! Si no me los das, ¡me muero!