La muchacha era realmente muy hermosa y se dedicó a cuidar y a servir al rey, aunque el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella.
Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.
Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa. Entonces encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey.
Adonías, cuya madre fue Jaguit, se llenó de ambición y dijo: «¡Yo voy a ser rey!». Por lo tanto, consiguió carros de combate, caballos y cincuenta guardias de escolta.
—Por favor, pídale usted al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag la sunamita; a usted no se lo negará.
Ella continuó: —Concédele a tu hermano Adonías casarse con Abisag la sunamita.
Cuando estaba por entrar a Egipto, dijo a su esposa Saray: «Yo sé que eres una mujer muy hermosa.