Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo.
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe: Él se manifestó como hombre; fue justificado por el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria.
Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto, damos testimonio de ella y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado.
Es que han salido por el mundo muchos engañadores que no confiesan que Jesucristo ha venido en cuerpo. El que así actúa es el engañador y el anticristo.