En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios.
El espíritu humano es la lámpara del Señor, pues escudriña lo más íntimo del ser.
Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios.
Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?
Cada corazón conoce sus propias amarguras, y ningún extraño comparte su alegría.
El propósito humano es como aguas profundas; el que es inteligente lo descubrirá.
¿Tienes parte en el consejo de Dios? ¿Acaso eres tú el único sabio?
A unos Dios da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento;