Boaz comió, bebió y se sintió a gusto. Después fue a acostarse junto al montón de grano. Entonces Rut llegó con sigilo, le destapó los pies y se acostó allí.
José les mandaba desde su mesa las porciones, pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor que la de los otros. Y así bebieron con él hasta embriagarse.
Absalón ordenó a sus criados: —Fijaos bien: cuando Amnón se ponga alegre con el vino y yo os ordene que lo ataquéis, lo matáis. No tengáis miedo, pues soy yo quien os lo ordeno. Tened ánimo y valor.
El séptimo día, alegre por el vino, el rey ordenó a Maumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás —los siete eunucos que servían personalmente al rey—,
Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol.
Y como estaban alegres, dijeron: —Llamad a Sansón para que nos divierta. Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel y se divertían a costa de él. Luego lo dejaron de pie entre las columnas.
Mientras recobraban fuerzas, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y, golpeando la puerta, le dijeron al anciano, dueño de la casa: —Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que nos acostemos con él.
Se sentaron, y se pusieron los dos a comer y beber. Luego el padre de la joven le dijo al hombre: —Anda, pasa aquí también esta noche: te sentará bien.
Finalmente el marido con su concubina y su siervo tomaron la decisión de marchar, pero una vez más su suegro, el padre de la joven, le dijo: —Mira, la tarde está cayendo. Pasa aquí la noche, te sentará bien. Y mañana de madrugada os vais y regresáis a vuestra casa.