Luego le dijo: —Trae el manto que llevas y sujétalo. Mientras ella lo sujetó, él echó unos ciento treinta kilos de cebada y le ayudó a cargarlos. Luego Rut se fue a la ciudad.
Ella durmió a sus pies hasta la mañana y se levantó antes de que pudiese ser reconocida, pues él había dicho: —Que nadie sepa que esta mujer ha venido a la era.